¿Quién va a lavar estos platos que se acumularon llenos de tristeza?
Todos los días él se encargaba de lavar los trastos después de la comida, por ese trato intrínseco de que alguien cocina y el otro limpia, cosa que no siempre se aplica. En esa cocina siempre pasaba de todo, desayunábamos viendo el celular, almorzábamos riéndonos de alguna cosa, reflexionábamos por las noches, en algún momento de angustia preparábamos un buen té... en esa cocina recibíamos a todos nuestros amigos, celebrábamos los cumpleaños, nos hacíamos el amor. Amábamos comer, peléabamos por los gustos del otro, él no comía pepinillos, a mí me encantaba besarle con la boca llena de jugo y así se nos pasó el tiempo, entre sabores, colores y texturas. Encontrábamos similitud dentro de nuestras infinitas diferencias, llenos de asombro por el otro, maravillados por los ojos en los cuales nos reflejábamos, eramos ahí dos piezas de esa cocina, eramos completamente parte de ese lugar. El mejor café lo hacía él, negro fuerte, yo me encargaba del pollo, él podía olerlo desde la otra ha